abril 18, 2024

Alva Myrdal, la mujer que creó la Suecia moderna

«Hemos visto esta competición, esta carrera por construir arsenales excesivos sin sentido. Mi mensaje aquí hoy tendrá que ser que creo que el mundo está enfermo».

Eso dijo Alva Myrdal, con su típica franqueza, en 1982, cuando recibió el Premio Nobel de la Paz.

Había nacido en el albor de ese siglo, en un mundo muy diferente, en el que no había armas nucleares y su Suecia natal era casi irreconocible: una tierra de granjeros, pobre y patriarcal.

«A principios de ese siglo, Suecia era casi el país más pobre de Europa y Alva no podía ir a la escuela primaria pues no era permitido que las niñas lo hiciera allá donde vivía, en el campo», le dijo a la BBC su hija, Kaj Foelster.

Su padre, Albert Reimer, había tenido poca educación formal, pero era muy leído.

La joven Alva devoró su biblioteca repleta de libros de socialistas y filósofos alemanes y suecos, lo que convenció al padre «de apoyarla para que pudiera estudiar, pero tuvieron que pagar a profesores fuera de la escuela».

Además de lo que aprendió en aquellas lecciones privadas, Alva fue instruida sobre política e ideas de justicia social de su padre, quien fue uno de los primeros miembros del partido socialdemócrata que dominaría la política sueca durante la mitad del siglo XX.

A Reimer le interesaban las nuevas ideas, ideas que pronto absorbió su hija mayor.

«Desde que tenía tres o cuatro años, se sentaba debajo de la mesa durante las reuniones para escuchar los debates de esos hombres», le contó su hija al programa BBC Witness History.

Amor en bicicleta

A los 17 años, Alva conoció a un estudiante que le cambió la vida.

Estando de vacaciones, Gunnar Myrdal se fue a hacer una ruta en bicicleta con amigos y un día, por casualidad, se detuvo en la granja de la familia de Alva.

«Él pensó que podía presumir de todo lo que sabía, pero cuando ella le pidió que leyera (al filósofo alemán Arthur) Schopenhauer, él se sorprendió. Así empezó ese gran amor«.

Se casaron en 1924, cuando ella tenía 22 años e imaginaba que esa unión iba a ser una colaboración basada en la amistad, y que vivirían, estudiarían, escribirían y tendrían aventuras juntos.

Alva fue a Estocolmo para reunirse con Gunnar en la universidad. Él estudió Derecho y, más tarde, Economía, materia en la que más tarde ganaría un Premio Nobel. Ella estudió biblioteconomía.

En 1929, cuando les ofrecieron la oportunidad de pasar un año en Estados Unidos con una beca de viaje, la aprovecharon, aunque tuvieron que dejar a su hijo Jan, quien no tenía ni dos años, con la familia en Suecia (algo que, según su otra hija Sissela Bok, más tarde Alva consideró como uno de los grandes errores de su vida).

«Eso no debe sucederle a Suecia»

Tanto para Alva como para Gunnar, ese fue un punto de inflexión.

Llegaron a un EE.UU. en la cúspide de la Gran Depresión. Y al viajar por el país, lo que vieron los sorprendió.

«Fue allá y en aquel momento que se volvieron realmente conscientes políticamente. Les aterró que en el país más rico del mundo hubiera tanta pobreza y se convencieron de que eso no le debía pasar a Suecia», señala Foelster.

Unos años después de su regreso a Suecia, Gunnar y Alva publicaron un libro que electrizó al país.

Y es que trataba un tema en biga: cómo mejorar la tasa de natalidad del país, entonces la más baja de Europa.

Publicado en 1934, en «La cuestión de la crisis en la población» argumentaron que, para alentar a las personas a tener más hijos, era necesario que hubiera ayuda estatal.

Debía haber atención médica, anticonceptivos y almuerzos escolares gratuitos; beneficios sociales universales y mejores viviendas más asequibles.

Las mujeres debían tener libertad para trabajar o estudiar creando lugares donde sus hijos puedan ser cuidados durante el día.

Alva y Gunnar argumentaron que una vez que todos los suecos sintieran que tenían asegurado un nivel de vida básico decente, elegirían tener hijos.

Y funcionó.

«Postularon ideas que les permitirían a todas las familias jóvenes conseguir su lugar en la sociedad. De esa manera, tendrían ganas de tener hijos. Fue el libro más leído y casi todas esas reformas se hicieron realidad. Eso es lo que se llama el estado de bienestar sueco», explica Foelster.

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