abril 18, 2024

Destrucción de la Naturaleza, resultado de Pandemias

Destrucción de la Naturaleza, resultado de Pandemias

Por Catalino Rosas

Abogado y Economista
Gran parte de las enfermedades transmisibles (75%) que afectan a la especie humana son de origen zoonótico, es decir, provienen de animales silvestres o domésticos, y se asocian con enfermedades infecciosas emergentes (EID, por sus siglas en inglés) que registran altas tasas de mortalidad lo que contribuye a la destrucción de la naturaleza. Tal es el caso del HIV-SIDA, el Ébola, el Nipah virus, Hantavirus, el SARS, MERS, la influenza H1N1, la influenza aviar H5N1, el Covid-19 y una amplia gama de otros tipos de influenzas. Estas últimas se asocian a virus relativamente simples con un genoma de una sola cadena de RNA (a diferencia del DNA que tiene dos cadenas) que les da una gran capacidad adaptativa y de mutación, y por tanto de potencial epidémico.
Los virus responsables son huéspedes habituales en diferentes especies de animales silvestres, los cuales tienen o adquieren la capacidad de derramarse o saltar a las poblaciones humanas, para después propagarse en forma infecciosa. Todo esto ocurre como consecuencia de la deforestación, invasión de ambientes naturales, destrucción de ecosistemas, y tráfico, comercio, y consumo de animales silvestres. Particularmente, el coronavirus Covid-19 es producto de una compleja interacción entre aves, murciélagos y pangolines, que son capturados, comercializados y consumidos por seres humanos en China principalmente.
La deforestación reduce la cantidad de hábitat disponible para las especies silvestres. También modifica de manera profunda la estructura del medio ambiente; por ejemplo, cambiando las condiciones del suelo y del agua, así como microclimas, fragmentando ecosistemas en pequeños parches separados por tierras agrícolas y ganaderas y asentamientos humanos, y alterando patrones migratorios, lo que conduce a mayores contactos interespecies y transmisión de patógenos. La deforestación y la fragmentación de hábitat abaten considerablemente la diversidad genética en las poblaciones de diversos animales, lo que se traduce en una mayor vulnerabilidad inmunológica y susceptibilidad a nuevos agentes infecciosos. Por su parte, los efectos de borde (edge effects) en un mosaico de hábitats fragmentados y alterados, promueven la interacción entre patógenos, vectores y hospederos (animales portadores de virus). Adicionalmente, la modificación severa de los ambientes naturales, trastorna la distribución de microorganismos entre especies y poblaciones, creando nuevas condiciones para su incubación, reproducción y propagación.
La perturbación profunda de los ecosistemas destruye el equilibrio dinámico natural que existe entre animales hospederos y microorganismos potencialmente patógenos, y conduce con frecuencia a la difusión de cepas hacia nuevas especies. Altera igualmente la composición de especies hospederas y las relaciones ecológicas fundamentales con los microorganismos, y provoca la extinción local de especies depredadoras (por ejemplo, grandes felinos) que se encuentran en la parte más alta de la pirámide alimenticia. Esto incrementa la densidad de especies presa que pueden ser portadoras de ciertos virus potencialmente infecciosos para los humanos.
Por otro lado, la colonización humana, y la introducción de ganado y otras especies domésticas multiplica los contactos, la disponibilidad de intermediarios y las oportunidades de mutación para los patógenos. Esto se exacerba a través de la captura, cacería, manipulación, uso, explotación y consumo de animales silvestres y facilita la transmisión entre especies de nuevos patógenos con el potencial de impactar a la salud humana. El confinamiento hacinado y cruel de cerdos, vacas y pollos significa un verdadero caldo de cultivo para enfermedades zoonóticas, nutrido por un repositorio creciente de patógenos en animales silvestres, que se constituye en una nueva y amplia interfase biológica con los seres humanos.

Es obvio, por tanto, que la conservación de los ecosistemas naturales tiene un poderoso imperativo de salud pública. Es preciso parar ya la deforestación, y establecer prohibiciones tajantes y eficaces al comercio y consumo de animales silvestres.

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