abril 20, 2024

El paradisíaco lugar de Venezuela en el que nadie quiere vivir pese a que las casas son casi gratis

Durante decenios fue un paraíso vacacional, el lugar al que muchos venezolanos acudían para relajarse junto al Caribe y desconectar del bullicio de la ciudad.

Ahora es un hervidero de delincuencia.

Cada fin de semana, una multitud de habitantes de Caracas emprendía rumbo al este por una carretera entonces entre las más transitadas del país en busca de sol y placer.

En Barlovento, una región en el norte de Venezuela salpicada de villas turísticas y playas de ensueño, muchas de las casas en su día lustrosas que ocupaban los turistas están hoy abandonadas.

Fernando Valera, uno de los pocos que compró una casa en la localidad de Río Chico y se resiste a marcharse, me explica: «Hay alguna casa que la están vendiendo por US$3.000, pero la mayoría de dueños sencillamente abandonaron las suyas».

Son muchas las propiedades disponibles aquí. La mayoría las venden por muy poco dinero o los propietarios las ceden solo a cambio de que alguien se ocupe de ellas.

Raúl López, que fue secretario de Desarrollo Económico del estado Miranda, que engloba la región de Barlovento, recuerda que «en la buena época, las casas aquí costaban por lo menos US$80.000».

«Ahora supe de alguien que vendía dos casas y una lancha por US$30.000».

Pero, pese a las facilidades, no aparecen los interesados.

Una de las zonas más abandonadas es la de los Canales de Río Chico. Desarrollada en la década de 1970, sus promotores querían emular a algunas de las urbanizaciones exclusivas de Miami y otros lugares costeros de Estados Unidos, en las que los dueños de casas de lujo pueden llegar en lancha directamente hasta su entrada.

Se construyeron cursos de agua, embarcaderos y hasta un campo de golf. El negocio dio pronto resultados.

«En los 80 hubo un auténtico boom en Río Chico de gente que compraba aquí viviendas vacacionales y venía a pasar fines de semana y temporadas de descanso», dice López.

Qué cambió

Pero las cosas empezaron a cambiar dramáticamente a partir de 2013 cuando el gobierno comenzó un proceso de negociación con decenas de bandas criminales para impulsar su desarme y reinserción social.

Lo llamaron Cuadrantes de Paz, territorios en los que, a cambio de que abandonaran la violencia, el Estado dejaría de perseguir a los delincuentes y les entregaría recursos para que fueran económicamente viables sin delinquir.

Barlovento fue uno de esos cuadrantes.

«Esas zonas de paz pronto se convirtieron en un refugio para las bandas y desde Barlovento manejaban sus actividades criminales en Caracas», afirma López.

Para los propietarios de las viviendas comenzó un calvario. «Primero se encontraban con pequeños robos, con que cada vez que llegaban a su casa a pasar el fin de semana se encontraban con que faltaba algo, pero luego la cosa se agravó y empezaron los secuestros».

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