abril 18, 2024

La extraordinaria historia de la primera traducción al mandarín de «Don Quijote de la Mancha»

¿Inglés? Ni una palabra ¿Español? Menos… ¿Mandarín clásico? Excelente. ¿Energía y entusiasmo? A borbotones.

La falta de conocimiento del idioma español —así como de cualquier otra lengua occidental— no fue un impedimento para que el reconocido letrado chino Lin Shu se abocara a la monumental tarea de traducir «El ingenioso hildago don Quijote de la Mancha» a la lengua china.

Con la ayuda de su amigo Chen Jialin, quien había leído un ya distorsionado texto en inglés y se lo relataba pacientemente en baihua, el mandarín coloquial, Lin Shu se puso manos a la obra.

Y así, en 1922, nació la primera traducción al chino de la obra de Miguel de Cervantes Saavedra.

Encerrado junto a su colaborador en su estudio, el activo septuagenario escribía en una mesa mientras pintaba en otra, dando rienda suelta en simultáneo a sus dos grandes pasiones.

Su objetivo era dar a conocer las grandes obras de la literatura de Occidente, que hasta principios del siglo XX solo eran accesibles para las élites intelectuales que tenían conocimientos de otras lenguas y la posibilidad de viajar al extranjero.

Publicado bajo el título «Historia del caballero encantado», el libro fue inicialmente un éxito: en menos de 10 años la editorial llegó a imprimir otras dos ediciones.

Y hoy, en una nueva vuelta de tuerca, el libro de Lin Shu se tradujoal español y fue recientemente presentado por el Instituto Cervantes, el organismo público que tiene como objetivo la promoción y enseñanza de la lengua española y la difusión de la cultura de España y Latinoamérica.

De amo y criado a maestro y discípulo

Alicia Relinque, sinóloga Universidad de Granada, España, y autora de la traducción, recuerda que se llevó una sorpresa al encontrarse con el texto de Lin Shu.

«Lo que más me sorprendió es que se pareciera tanto al Quijote original», le dice a BBC Mundo.

«Todos esperábamos que fuera muy diferente, que hubiera tomado sencillamente al personaje de don Quijote como excusa, que hubiera puesto alguna que otra cosa más, como lo de los molinos de viento, pero no que fuera tan fiel a lo que son las historias: todas las pequeñas subtramas a lo largo de la novela, todas están allí».

Es en los detalles, las descripciones, el lenguaje, el carácter de los personajes y sus vínculos donde empiezan a asomarse las diferencias, y donde queda plasmada la idiosincrasia china.

«(En la versión china) Don Quijote es en ocasiones un personaje ridículo, como en el libro de Cervantes, pero es más digno«, señala la académica.

«Es un hombre vencido, melancólico pero no grotesco, inteligente, cultivado, generoso y muy apegado al pasado (algo muy reverenciado en China) que no sabe enfrentarse al mundo que tiene ante sí y por eso se deja llevar a esa especie de locura».

De algún modo, «Lin shu es un poco menos cruel con don Quijote», reflexiona Relinque.

Una diferencia sustancial, que posiblemente se deriva de un error de traducción, radica en el vínculo entre don Quijote y Sancho Panza.

Las traducciones inglesas utilizan la palabra master, que en ese idioma puede ser amo pero también maestro.

«Eso inmediatamente lo llevaron al terreno de maestro-discípulo, algo muy confuciano, propio de la tradición china, y así Sancho se convierte en un discípulo que quiere aprender de su maestro» (a diferencia del rol de criado que asume en la versión original de Cervantes), apunta la traductora.

Ni cura ni Dios

Otra diferencia importante ligada a un error de traducción es que uno de los amigos del caballero andante, que en la novela española es un cura, en la china se transforma en médico.

«Una de las versiones inglesas traduce cura como curate y el amigo de Lin Shu lo interpretó como ‘alguien que curaba’, y entonces desde un principio llaman al personaje ‘el médico'», comenta la sinóloga.

«La posición de superioridad moral del cura en el Quijote de Lin Shu ya no es superioridad moral, sino que proviene de un médico, que se supone que es un intelectual, un ser más racional».

El resto no son tanto errores como omisiones (desaparece el prefacio así como la palabra Dios y toda referencia a la religión), transformaciones sutiles (Rocinante se convierte en un caballo veloz), inclusiones de neologismos (como la palabra revolución, tomada del japonés) y comentarios de cosecha propia que acercan la historia a la cultura china (las mujeres huelen a flor de loto, hay versos populares —pero que se acercan al sentido original de la propuesta de Cervantes— así como expresiones típicas de la cortesía china).

«Es una forma de domesticar la historia que sigue siendo la del Quijote, y que nos permite entender la China de ese momento», asegura Relinque.

«Fábrica de escritura»

Aunque en la actualidad pueda parecernos una aberración que una persona, por más culta y letrada que sea, traduzca una obra escrita en una lengua que desconoce, esta modalidad de trabajo era habitual en la China de fines del siglo XIX y principios del XX.

«Eran muy pocos los que podían traducir directamente de una lengua extranjera y luego escribir en buen chino», le explica a BBC Mundo Michael Gibbs Hill, director de estudios chinos del College of William and Mary, en Virginia, Estados Unidos, y autor de Lin Shu, Inc.: Translation and the Making of Modern Chinese Culture(«Lin Shu, inc.: la traducción y la creación de la cultura moderna china»).

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