septiembre 16, 2024

La posible peor ceremonia de la historia

Por Roger R. González
Periodista deportivo y Diplomático

En la historia de los Juegos Olímpicos es posible que París 2024 sea la peor ceremonia por su connotaciones ofensivas y mensajes que trastocan valores familiares, religiosos y destruyen el verdadero espíritu olímpico, que busca unir a la humanidad por encima de las profundas divisiones, que nos separan.

Y vaya que hemos tenido galas olímpicas donde regímenes fascistas y comunistas la han secuestrado con propangada política y ribetes ideológicos, en todo su esplendor, como los Juegos Olímpicos de 1936, donde los nazis y los no nazis levantaban el brazo derecho con el famoso grito: Heil Hitler, “viva Hitler”; o Sieg Heil, “viva, victoria” cada vez, que el dimnuto e irracional Adolfo entraba al mítico estadio Olímpico de Berlín, en un acto racista y de superioridad insultante pero con la vista gorda del COI.

Luego, en plena Guerra Fría, vinieron otros los que se celebraron en la Unión de Repúblicas Socialistas Soviética (URRS) y en los Estados Unidos de América donde el boicot mutuo entre comunistas y capitalistas eran el pan nuestro de cada día, y donde la propaganda ideológica emergía muy cuidadosamente para vender las bondades de cada sistema político.

Entre las mejores fiestas inaugurales de unos Juegos Olímpicos, a mi parecer, destaco: Barcelona 1992, Atenas 2004 y Beijing 2008.

La justa olímpica, el evento multideportivo más importante del planeta, representa una oportunidad única para que el país sede muestre su historia, su cultura, su gente y sus costumbres de acuerdo a los principios del movimiento olímpico y que están consagrado en la Carta Olímpica y que tiene como norte la neutralidad, la paz entre las naciones, la competitividad y el intercambio cultural con el máximo respeto a las creencias religiosas y tus opciones de vidas.

Como lo señala Manuel Guillén del Castillo, del Diario de Córdoba: «El Olimpismo conlleva valores humanos, ya que todos los participantes son tratados por igual independientemente de su nacionalidad, sexo y religión. Los Juegos Olímpicos se convierten, de este modo, en un punto de encuentro de pueblos y culturas», concluye.

En la norma 53.3 de la Carta Olímpica se establece lo siguiente: «No se permitirá ningún tipo de manifestación ni propaganda política, religiosa o racial en ningún emplazamiento, instalación, u otro lugar que se considere parte de los emplazamientos olímpicos».

En otro momento, profundizaré en cómo el Comité Olímpico Internacional (COI) ha ido perdiendo credibilidad de organización neutral y sus cuestionadas actuaciones en el contexto de los dos grandes conflictos, que se encuentran en pleno desarrollo condenando a unos atletas a injustificadas sanciones donde no tienen responsabilidades de ningún tipo.

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