abril 23, 2024

Qué es la neuroarquitectura y cómo puede ayudarnos a combatir el estrés y ser más creativos

«Mi escuela parecía una cárcel».

Así describió mi madre el colegio al que asistió de niña.

María Ester, que tiene 75 años y que solo cursó la escuela primaria en el norte de Buenos Aires, Argentina, me contó sobre sus paredes infinitamente grises, las líneas de bancos de madera desgastados y el único árbol que había en el patio donde jugaba con sus compañeros.

Ese lugar que se suponía tenía que inspirar la creatividad y fomentar la concentración para dar lugar al aprendizaje, para ella era una prisión.

«A veces el espacio no está pensado para mejorar la vida de las personas (que lo utilizan), sino para atender distintos criterios funcionales de seguridad, de resistencia de materiales, de limpieza, de mantenimiento, etc. Y un caso claro de ello es la arquitectura escolar, en la que no se ha pensado en el desarrollo de los niños», explica Susana Iñarra, doctora en Arquitectura y profesora en la Universidad Politécnica de Valencia, España.

La especialista destaca, sin embargo, que desde hace algunos años están surgiendo nuevas corrientes arquitectónicas, sobre todo en países anglosajones, para atender este déficit en el diseño escolar.

Entre los cambios se incluye tratar de fomentar la libertad en el movimiento de los niños, adaptar el diseño a la altura visual de los menores e incluir espacios en los que haya contacto con la naturaleza.

Todos estos planes y modificaciones que pueden potenciar el comportamiento de una persona, así como calmar su estrés o ansiedad, surgen gracias a una reciente fusión de la neurociencia y la arquitectura. Algo que comúnmente recibe el nombre de: neuroarquitectura.

«Está disciplina trata de entender cómo el espacio afecta a nuestro cerebro y en consecuencia, a nuestro estado emocional y comportamiento», añade a BBC Mundo Iñarra, que dirige el grupo de investigación Neuroarquitectura del Instituto Interuniversitario de Investigación en Tecnología Orientada al Ser Humano i3B, de la Universidad Politécnica de Valencia, España.

Intuición vs. conocimiento

La arquitectura no es solo un conjunto de cuatro paredes, un piso y un techo.

«La arquitectura es una experiencia. O al menos debería serlo», define Frederick Marks, expresidente y miembro fundador de la Academia de Neurociencia para la Arquitectura de Estados Unidos (Anfa).

«Somos seres emocionales que cada vez que entramos a un espacio, reaccionamos», describe Marks.

El especialista pone el ejemplo de una catedral de cientos de años de antigüedad con su imponente fachada exterior, su gigantesca altura y su inmensa puerta de ingreso.

Y cuando ingresamos, nuestros sentidos se activan.

Podemos oler un cierto tipo de edad asociada al edificio, escuchar el sonido posiblemente del agua, de gente caminando, tal vez de música.

Experimentamos la luz que atraviesa tanto vidrios transparentes como de colores y se refleja en muchas superficies diferentes. Podemos tocar esas superficies y tener ciertas reacciones.

«Estamos impresionados y abrumados. Todo eso hace la experiencia y queremos alcanzarla para tener un mejor entendimiento de la arquitectura», detalla Marks a BBC Mundo.

Tanto el ejemplo de la catedral como el de la escuela de mi madre nos ofrecen una experiencia sensorial que puede ser positiva para muchos y negativa para otros.

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